El lenguaje administrativo suele ser técnico en exceso, poco flexible, repetitivo y rutinario. Para facilitar la comprensión, se debe buscar un lenguaje claro, sencillo, preciso, correcto y adaptado a la persona destinataria. La ciudadanía tiene derecho la que los textos administrativos sean claros y sencillos. Un documento administrativo sobrecargado y poco entendible puede producir confusión en las personas destinatarias hasta el punto en que, incluso, sean incapaces de tomar decisiones después de leerlo sin ayuda y asesoramiento.
Por el contrario, un texto administrativo redactado en lenguaje claro le permite al público destinatario encontrar sin dificultad aquello que necesita, comprender de forma fácil lo que encuentra y usar esa información con conocimiento y seguridad. Además, comunicar mejor evita errores, reduce costes y mejora la satisfacción de las personas usuarias. También permite comunicar de forma sencilla y clara aumenta la transparencia informativa, lo cual genera seguridad en los poderes públicos y en sus representantes.
En esta línea, es necesario trazar criterios de simplificación lingüística para leyes y otra normativa, analizar y resolver los problemas de comprensión que presentan los textos técnicos, formar el personal encargado de redactar documentos y difundir las ideas que sostienen el estilo plano o sencillo a través de publicaciones y jornadas informativas. La guía que se ofrece a continuación es la primera tesela de un futuro mosaico de herramientas de apoyo cuyas piedras angulares serán la precisión expresiva y la claridad comunicativa. De par de la guía, se incluye un decálogo de escritura clara, que recoge diez pautas para escribir de forma sencilla.